12 may 2014

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA FITOMEDICINA EN LATINOAMÉRICA - PARTE II

El descubrimiento de América: 

significado y consecuencias:

 

 El emprendimiento de Cristóbal Colón de ninguna manera puede decirse que haya sido una aventura más, sino que en rigor de verdad existía una acuciante necesidad en Europa de encontrar una nueva ruta de especias ya que el monopolio estaba en manos de portugueses y el tránsito por Oriente era cada vez más arduo. 
 Las especias asiáticas más importantes (clavo de olor y nuez moscada) estaban en la mira del navegante genovés en este emprendimiento. De ellas dependía en gran parte la conservación precaria de la carne obtenida de la muerte de animales por la rigurosidad climática de la zona del mediterráneo en la época invernal. Sin embargo, no las encontró aunque en su reemplazo halló maíz, pimientos, batatas, etc. 
 El intercambio de plantas entre el Viejo y el Nuevo Mundo encontró en el tráfico de esclavos una vía de canalización comercial muy importante. Cultivos americanos como el maíz o la yuca fueron intercambiados por cultivos africanos, como el frijol de carita, los ñames o el quimbombó. También fue importante en la tarea de difusión interamericana (es decir desde las regiones tropicales hasta el resto del continente) la labor desarrollada por las misiones jesuíticas. 
 El desembarco de Colón en las zonas tropicales de Centroamérica y su contacto con los indios caribes (poseedores de una agricultura muy desarrollada) permite abordar el conocimiento de gran cantidad de vegetales hasta ese entonces desconocidos.
 En 1492 viajaron junto a Colón un físico (el maestre Alonso), un cirujano (el maestre Juan) y un boticario (el maestre Diego). Con los restos de Santa  María, se contruyó el Fuerte de la Natividad, en donde quedaron 39 de sus hombres, entre ellos el maestre cirujano Juan quien aquí se erigió en el primer médico europeo a habitar tierra americana. Al retornar Colón en noviembre de 1493, encuentra arrasado el fuerte y muertos todos sus ocupantes. Es así que queda en esta oportunidad como médico don Diego Álvarez Chanca, a quien se le deben las primeras descripciones de la flora americana, en este caso, la correspondiente a las Antillanas.

 Uno de los pioneros para el reconocimiento de la fauna y la flora americana fue sin dudas Gonzalo Fernández de Oviedo, quien había llegado a la zona de Panamá en 1514 en calidad de veedor de la explotación de minas y fundiciones. Las primeras muestras traídas de los viajes de Colón (entre ellas se mencionan el cacao, caucho, ají, maní, frutas tropicales, hierbas medicinales, etc.) eran llevadas al puerto de Sevilla, ya que allí funcionaba la Casa de Contratación y de donde se distribuían posteriormente al continente africano y asiático. 
 Precisamente de ese puerto zarpa en al año 1519 Hernando de Magallanes, quien sería a la postre el primer navegante en dar la vuelta al mundo. Junto con él viaja el italiano Antonio de Pigafetta a quien le encomendaron el estudio de la flora y la fauna. El hecho de hallar oro  en las nuevas tierras cambia el sentido científico esta expedición, dejando así raleado el conocimiento de la flora autóctona. 
 Debió pasar casi medio siglo para que España recuperase el entusiasmo por las plantas americanas (para entonces ya se conocían las bondades de la zarzaparrilla, sasafrás, jalapa, coca, ipecacuana, quina, bálsamo de Tolú y Perú) lo cual motivó que Felipe II enviase a su médico de cabecera, Francisco Hernández, en una expedición científica con el objeto de estudiar la flora americana desde Méjico hasta el sur del continente. 
 La expedición parte por primera vez en 1571, y realiza luego 7 expediciones más. De este modo,comienzan a crearse nuevas rutas comerciales, como la que unía Acapulco con Filipinas. La obra de Hernández fue conocida parcialmente ya que gran parte de ella se quemó durante un incendio en el monasterio de El Escorial. Tan sólo pudo salvarse un resumen realizado por el napolitano Nardo Recchi, el cual fue publicado cien años más tarde. La importancia del mismo radicaba no solo en la interesante descripción botánica realizada (3.270 plantas en total, el doble de las conocidas en Europa), sino también en ser la primera en revelar los secretos de la medicina azteca, desconocida hasta entonces. En un apartado de su obra hace referencia al bálsamo de la Meca que dice así: "... Si las Indias no se hubieran descubierto más que para procurarnos este licor maravilloso, bien compensado estarían los sinsabores de Colón y sus acompañantes...".
 
Por su parte, el médico sevillano Nicolás de Monardes se interesó prontamente en las medicinas que llegaban del nuevo mundo, al punto de escribir una obra editada en Sevilla entre 1569 y 1574, donde hace mención de varias plantas autóctonas, entre ellas la del tabaco, copal, ricino, contrayerba, zarzaparrilla, cebadilla, guayacán, saponaria, paico, jalapa y coca. En 1952, el sacerdote Agustín de Farfán escribe un libro titulado Tratado Breve de Medicina el cual se constituye en un auténtico "best seller" para la época.

 Cada vez era mayor el deslumbramiento proporcionado por las plantas medicinales encontradas en América. En sus Comentarios Reales sobre el Perú escrito entre 1609 y 1617, el Inca Garcilaso de la Vega hace el siguiente comentario sobre una hierba llamada mateclu: "... A mí me dio noticia de allá un español, que me juró se había visto totalmente ciego de nubes en sus ojos y que en dos noches cobró la vista mediante la virtud de esta hierba...".
 
Por otra parte, las nuevas rutas hicieron que en poco menos de 50 años, la flora americana alcanzara varias partes de Europa, África y Asia. La llegada de algunas especies a la zona del Mediterráneo (dominada comercialmente en ese entonces por los turcos), hizo que se les modificara el nombre a algunas plantas. Por ejemplo, el maíz americano pasó a llamarse "trigo de Turquía". Cuando comienzan a arribar navegantes provenientes de Portugal y Holanda al Nuevo Mundo, la propagación de especies cobra un importante incremento. Es así que el tomate, por tomar un ejemplo, siendo originario de Chile y Ecuador, tenía una total distribución mundial hacia el año 1600. 

 El tomate llevado desde Perú a Italia. Y de aquí partían las embarcaciones que lo trasladaban al resto de Europa, Oceanía y Sudeste asiático. Cabe señalar que en Francia e Inglaterra, el tomate tenía un sentido ornamental y simbólico, siendo denominado manzana del amor. Sin embargo el intercambio entre ambos mundos provocó el desastre demográfico en los indios americanos ya que ingresaron en América enfermedades hasta entonces desconocidas, traídas tanto por europeos como por africanos. La migración del hombre, en definitiva, es responsable del avance de las epidemias. 
 Tras el desembarco de los 1500 hombres y animales domésticos provenientes de los navíos de Cistóbal Colón en la isla La Isabela (Rep. Dominicana), el 9 de diciembre de 1493, se inicia la primer epidemia de Influenza que, de acuerdo con palabras de historiadores "había dado cuenta con las vidas de un número infinito de indios, siendo reservorio y difusor del virus tanto el hombre europeo como los cerdos que traían". Para ese entonces, la población de Santo Domingo era de 1.100.000 habitantes. Con el correr de los años, no sólo la Influenza causaría desastres, también el hambre y la miseria. En 1506 la población ses redujo a 350 mil habitantes, en 1510 a 16 mil y en 1517 sólo llegaban a 10 mil nativos. 
 Entre 1558 y 1559 se desató una segunda epidemia de Influenza que diezmó prácticamente todos los territorios conquistados. Cabe señalar que en 1557 se origina una epidemia de Influenza en vastos territorios europeos, por lo que es fácil deducir el origen de la misma en el nuevo mundo. Los indios Cakchiqueles de Guatemala daban cuenta de esta "enfermedad de sangre de las narices" que produjo gran mortandad entre sus miembros.
 Precisamente en ese mismo año surgen epidemias de viruela en Lima y de sarampión en Quito. La primer epidemia de viruela ocurre entre los años 1518 y 1519 aparentemente proveniente de la región de Castilla en España. También se infectaron algunos españoles, pero ninguno de ellos había fallecido. En cambio, la población indígena de Santo Domingo quedó devastada al igual que otras tribus, como la arawak de las Antillas. De aquí se extendió hasta México, a través de una expedición de socorro que se unió a Hernán Cortés. 

 En esta época, Hernán Cortés tenía muchas dificultades para conquistar México y la llegada del virus ocurre en el preciso momento en que los españoles son derrotados y expulsados de Tenochtitlán. Mientras se reponían del duro golpe, veían azorados como la viruela diezmaba la población azteca. Éstos, que no conocían esta enfermedad, la denominaron  Hueyzahuatl cuyo significado era "gran lepra". A raíz de la muerte del hermano de Moctezuma (víctima de la viruela) y actual jefe de los aztecas, no pasó mucho tiempo hasta la rendición frente a los españoles.
 Finalmente, el azote de la viruela llega hasta el imperio incaico, entre los años 1524 y 1526, así esta enfermedad se volvió la mas cruel para todos los nativos americanos. Entre 1530 y 1531 aparece una nueva enfermedad: el sarampión que abarcó un área que se extendía desde México hasta Perú. Los aztecas la denominaron Tepitonzahuatl o "pequeña lepra" y las víctimas principales en este caso fueron los niños. En menor medida, afectaron a los indígenas otras enfermedades como las ricketsiosis y el tifus. Esta última afectó a Cristóbal Colón en su estadía en La Isabela. El perfil epidemiológico de América se completó con el "aporte" de enfermedades transmisibles de origen africano: entre ellas la malaria y la fiebre amarilla. 
 ¿Pero, que significado le atribuían los nativos a la irrupción de estas enfermedades?  El carácter repentino, y explosivo con el cual debutaban las mismas y la inexplicable muerte que sobrevenía tras ellas, marcaban un aire de sobrenaturalidad difícil de explicar. Ellos creían, y de esto dan cuenta todos los historiadores, que la enfermedad era fruto de un castigo divino: el nuevo Dios que traían los europeos se ensañaba contra sus creencias y sus pecados. Por ello no caían enfermos los europeos y sí ellos. Ni los ayunos, ni las abstinencias ni las ofrendas les salvaron. 
 La única solución sería adoptar la nueva religión. Una especie de "arreglo" no muy convincente para la idiosincracia del nativo. Mientras, tanto estrago determinó en los indígenas, la búsqueda de productos herbarios para combatir tantas desgracias, entre los que se destaca la quina. Este aniquilamiento de los grupos nativos hizo preocupar a algunos sectores de la corona. Por ejemplo, el duque de Palota escribía al rey de España en el año 1621 la alarmante situación que estaba ocurriendo en América, exhortándolo para que modifique el accionar y la metodología de los conquistadores. 
 En cuanto a los grupos poblacionales ubicados en territorio argentino, también fueron diezmados tanto por las epidemias como por las guerras. Para algunos de ellos, las enfermedades epidémicas se debían a la presencia de una especie de "gorgojo" pequeño armado de arco y flecha.  

 Curiosamente  los griegos tenían una creencia similar, lo cuál puede observarse en La Ilíada en donde se dice que las ofensas hechas por los aqueos a Apolo desencadenaron por parte de éste el lanzamiento de gran cantidad e flechas responsables por las epidemias que azotaban la región. En cambio, para otros grupos nativos, las epidemias estaban relacionadas con los fenómenos celestes inexplicables para ellos, tales como la aparición de cometas, eclipses de sol, etc.

En otro orden de cosas y continuando con la cronología de hechos vinculados con la llegada europea al nuevo continente, en el año 1735 la Academia de Ciencias de Francia decide medir el grado de achatamiento que poseía la tierra, lo cual es encomendado a cuatro científicos: La Condamine, Bouguer, Godin y Jussieu. Éste último era pariente de Bernardo de Jussieu, el ideólogo del primer sistema natural de clasificación botánica. Los lugares de medición serían dos: Laponia y Centroamérica.
 Teniendo en cuenta que América estaba en poder de España, solicitan el correspondiente permiso a la corona, y acepta siempre y cuando sean incorporados a la expedición dos científicos españoles: Jorge Juan y Antonio Ulloa. Luego de permanecer bastante tiempo en territorio americano, sólo Jussieu ses radica definitivamente, abocándose fundamentalmente al estudio de la quina, coca y jacarandá. Pero en el mejor momento de su obra, Francia lo obliga a abocarse únicamente a la práctica de la Medicina, debido a la escasez de médicos europeos radicados en la región.
  De esta manera, sus escritos quedan en manos de un criado, quien con el correr del tiempo los pierde. Atento que la obra de Jussieu tenía gran reconocimiento en Europa, la corona española decide recuperarla, enviando a tal fin una nueva expedición a los territorios de Chile y Perú, encabezada por los españoles Hipólito Ruiz, José Pavón y el francés Joseph Dombey. 
 Hacia el año 1750, el sueco Carl von Linneo, crea un nuevo sistema de clasificación botánica basado en número y disposición de los carpelos y estambres de las flores, creando así una nomenclatura binaria que reemplazaría al complicado sistema polinominal. Fue tal la fama de Linneo, que el rey español Fernando VI le pide que se traslade a España en carácter de profesor de botánica. Debido a la serie de compromisos que ya Linneo había asumido, se disculpa por no poder ir pero en su reemplazo envía a su mejor discípulo: Carlos Loefling, quien arriba a España en 1572. 
 Dos años más tarde, es enviado en una misión por el Amazonas en donde llega a describir 30 géneros y 250 especies hasta entonces desconocidas. Desgraciadamente es víctima de una afección febril prolongada y muere en 1754 a los 27 años. Doce años mas tarde, Francia decide asegurar su soberanía en las Islas Malvinas y manda una expedición que luego cruzaría por el estrecho de Magallanes  y se dirigiría al Océano Pacífico. La misma iba al mando de Bounganville quien le diera con su nombre la denominación a una de las más bellas plantas trepadoras ornamentales: la Santa Rita.
 Es justo reconocer que la llegada de nuevas expediciones acrecentó enormemente el conocimiento de la flora americana. Es así que tuvieron mucha relevancia los viajes del capitán Cook, a quien acompañaba el botánico Solander (discípulo de Linneo). En su segundo viaje por el Atlántico Sur, acompañaron a Cook los botánicos J. Forster y G. Forster a quienes se les debe el conocimiento de la flora del estrecho de Magallanes. 
 Para esta época el rey Carlos III de España,  quien era un entusiasta naturalista, promueve una serie de leyes que regulaba el cultivo de y tráfico de semillas, como la creación de varios jardines botánicos en España. La pasión que tenía por las ciencias naturales hizo que enviara varias expediciones al nuevo continente, entre las que se destacó la comandada por José Mutis, quien era médico, astrónomo y botánico. 
 Lo llamativo de Mutis fue que viajó con nada menos que 18 dibujantes que iban a realizar dos copias de cada planta: una en color y otra en blanco y negro. Algunos años mas tarde, el rey Carlos IV manda una expedición que duró casi seis años, al comando de Alejandro Malaspina, quien hizo importantes aportes al conocimiento de la flora de América del Sur, Centroamérica y Filipinas.
 En 1799, el mismo rey encomienda un nuevo relevamiento de la flora y la fauna americana, tarea que relega en el geógrafo y astrónomo alemán Alexander Von Humboldt, quien decide invitar en su periplo a su gran amigo Bonpland. Las dificultades económicas por las que atravesaba la corona española relegaron el proyecto. Sin embargo, Humboldt decide correr con todos los gastos y realizarla de todos modos (se calcula que invirtió un tercio de su patrimonio). 
 Zarpan del puerto de La Coruña en 1779, y tras cinco años de intensa labor culminan su derrotero en 1804. Fue, a entender de varios historiadores, la expedición mas importante desde el punto de vista científico que había realizado la corona hasta entonces. Logran recolectar una cifra de especies que jamás fue superada: mas de 60 mil. El botánico Kunth fue el encargado de estudiar las mismas. Del libro de viajes, se desprenden varias incursiones por selvas, ríos y montañas, incluida una ascensión al pico más alto de Ecuador, el Chimborazo con 6.272 metros de altura. 
 La idea de clasificar las especies según el territorio en donde habitan, es idea de Humboldt, quien de esta manera crea una nueva ciencia: la Etnobotánica. Por desgracia, la sucesión de hechos políticos que padece España (incluida la invasión napoleónica) y la posterior independencia de los territorios conquistados, hacen que culminen las expediciones científicas al Nuevo Mundo. 
 De esta manera, podemos concluir que la llegada del colonialismo en tierra americana modifica el sistema curativo y autosuficiente que pregonaban los nativos a través de sus ritos y plantas. A cambio, la medicina ortodoxa-cientificista profesada por los europeos ofrecía por ejemplo, calmar el dolor mediante pócimas, mejunjes o brebajes en su mayor parte conformados por mezclas de alcohol, coca y opio similares a los utilizados por los hechiceros. También existían las sangrías con alacranes y practicamente se desconocían las bondades terapéuticas de la nutrición.

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